Daniel Quintero, el alcalde que partió Medellín en dos.

Daniel Quintero durante una entrevista en Medellín, el pasado 11 de mayo. SANTIAGO MESA

El regidor de la segunda ciudad de Colombia, al que acusan de ‘bukelizar’ la vida política, gobierna a través de Twitter. Una radiografía del mandatario que tiene una decena de denuncias por presunta corrupción y que se proyecta al escenario nacional.

2022 y en la ciudad se habla del último caso de un hombre que se tomó la justicia por mano propia y asesinó a un ladrón, el alcalde de la ciudad tuitea. Son las 7.46 de la mañana del miércoles y Daniel Quintero, el mandatario de la segunda ciudad de Colombia, se comunica a través de Twitter con sus ciudadanos. La información: acaba de abrir una cuenta en Be Real, una nueva red social en la que se comparten imágenes sin poses, sin filtros. Una invitación a seguir a the real Quintero.

Las respuestas son elocuentes: “¿su cargo es comunity manager o alcalde?”, increpa una mujer; “trabaje y deje la vida de influencer”, le escribe otro; algunos simplemente lo celebran como una ocurrencia más. Pero Quintero no solo utiliza las redes sociales para frivolidades como esa. Quintero gobierna vía Twitter, siguiendo la estela de una camada de políticos como el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, que dan órdenes de temas sensibles de sus gobiernos, se enfrascan en discusiones y modifican la vida de sus ciudadanos a través de redes sociales. Desde Twitter, el alcalde ha creado verdaderos terremotos políticos que tienen a Medellín sacudida, dividida.

Quintero llegó a la Alcaldía ofreciéndose como una opción independiente de los poderes políticos tradicionales, aunque su recorrido camaleónico previo, y la presencia de funcionarios de partidos con esquemas clientelares en su administración, evidencian lo contrario. El hoy alcalde ha pasado por el partido Liberal y el Conservador, los dos partidos centenarios; creó el Partido del Tomate, fundado sobre la idea de la indignación y la acción de lanzar tomates a imágenes de políticos; fue militante del Verde, trabajó para Juan Manuel Santos y después apoyó a Gustavo Petro.

La elección del alcalde más joven se celebró en muchos sectores por haber evitado que el uribismo ganara el cargo en una ciudad donde es históricamente fuerte la derecha, que parecía la favorita para vencer. Pero bastaron apenas unos meses para que esa imagen se desvaneciera y arreciaran las críticas contra su estilo, que algunos tildan de populista. Muchos de quienes lo apoyaron ahora lo critican, tiene al menos 12 denuncias, una de un exfuncionario suyo, y fue suspendido por la Procuraduría durante 42 días por participar en política a favor del Pacto Histórico.

Después de varios días de buscarlo, este domingo Quintero conversa por teléfono con EL PAÍS. Envía gráficos por Whatsapp y pide información a sus subalternos para sustentar una nueva denuncia contra sus opositores. “En Medellín hay una polarización resultado de que desvelamos todos los hechos de corrupción”. “Hemos dado una batalla tan dura contra la corrupción que nuestro objetivo más grande es sobrevivir. A mí me han intentado asesinar dos veces”, asegura.

Vendedor de postres e ideas

Quintero nació en Medellín hace 42 años y creció en el Tricentenario, un barrio sencillo de la ciudad. Estudió ingeniería electrónica en la universidad pública. Como muchos jóvenes de la ciudad, vendía postres y trabajaba para costearse los estudios y la vida después de que su madre muriera y él quedara solo con sus dos hermanos. Basó su campaña a la Alcaldía en el relato de superación de las clases populares a través de la educación. “¡Y aprendí a vender! Venderle a alguien la idea de que un postre es delicioso y hay que comprarlo es aprender a venderle ideas a la gente”, decía en una entrevista de la Revista Bocas.

Seguidores de Daniel Quintero durante un evento en Medellín. SANTIAGO MESA


Quienes lo rodean destacan que Quintero es un hombre cálido y buen jefe. Y tanto sus críticos como aquellos que lo conocen de cerca admiten que es un habilidoso vendedor de relatos. “Es como Scheherazade, de Las Mil y una Noches: echa un cuento tras otro”, dice a EL PAÍS Sebastián Trujillo, quien lo conoce desde 2014 y se retiró decepcionado de su administración, en la que era subsecretario, por la presencia de poderes políticos tradicionales.

Una de esas ideas es que una élite empresarial se robó la ciudad durante años y él llegó para salvarla. Tras la cruenta época de terrorismo que vivió Medellín, con el cambio de siglo la ciudad desarrolló un esquema de alianza entre los sectores público y privado y la academia, en la que empresarios de distintos signos políticos integran las juntas directivas de las entidades públicas.

El alcalde ha dinamitado ese esquema y dice que el Grupo Empresarial Antioqueño (GEA), un enjambre de empresas con participaciones accionarias cruzadas que conforma el conglomerado más importante del país, funciona como un cartel de la mafia. Lo hace en momentos en que el banquero Jaime Gilinski puja con los empresarios antioqueños por el control del GEA.

Una de sus mayores peleas ha sido por Hidroituango, un megaproyecto energético que se construye desde hace ocho años y que promete generar el 17% de la energía de Colombia, y del que Medellín es accionista. En 2020, el alcalde demandó al Consorcio Generación Ituango, integrado por varias constructoras de la ciudad y encargado de la obra, por 9,9 billones de pesos (algo más de 2.000 millones de dólares). Argumentó que el Consorcio causó un retraso en la entrada en operación de la obra y millonarios sobrecostos. “Argumenté el colapso del túnel (en 2018), reducción de la calidad de los materiales, violación a las normas ambientales, cambio de diseños. Los responsables fueron condenados por la Contraloría y ya están imputados por la Fiscalía”, dice Quintero. Según sus críticos, busca reemplazarlo por empresas chinas; él usa Twitter para atacar a sus opositores. “Las ratas quieren que se caiga Hidroituango”, tuiteó. En 2020, cuando comenzó la polémica, Quintero pronunció una frase que, según quienes lo conocen, define su personalidad y estilo: “Para hacer lo correcto no hay que pedir permiso”.

Y aunque esa es su discusión más pública, este domingo Quintero insiste en hablar de las cifras de desnutrición de niños en la ciudad que, dice, es de su entraña. “Yo aguanté hambre de chiquito y eso para mí es un drama”, asegura a este diario y lanza la denuncia. Según él, las críticas de la veeduría ciudadana Medellín de que la ciudad tiene la tasa más alta de desnutrición en ocho años no solo son falsas, sino que obedecen a un “sabotaje” por parte de las empresas de salud que integran el GEA. El alcalde afirma que dejaron de reportar la información completa de menores que nacen en la ciudad y que esto afecta los indicadores. También, que la veeduría, así como otros opositores, son “juez y parte”. “Son financiados por Sura (una de las empresas del GEA), involucrado en Hidroituango y a la vez el que no reporta el 61% de los niños”.

Un hombre paradójico

Julián Velásquez, profesor y opositor del alcalde, dice que Quintero ha sabido tocar heridas no resueltas de la sociedad antioqueña, como la pobreza estructural o la falta de oportunidades para todos que se mantienen a pesar de las transformaciones de los años post Pablo Escobar. “Aparece para tocar esas heridas, pero no para resolverlas, sino para capitalizarlas, usarlas a su favor”, explica. Los empresarios son el blanco obvio. “Todo lo que sea atacar a las élites siempre va a ser muy rentable, pero en su caso es una narrativa falaz porque detrás de él hay élites económicas y políticas sumamente poderosas. No es que sea representante del pueblo frente a la gente, como se plantea el personaje que quiere construir, sino que es el representante de otros grupos políticos y empresariales que tienen interés en el aparato productivo de la ciudad”.

También lo ha explicado Adolfo Maya, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Eafit, a este diario. “Quintero ha construido su proyecto en contravía de los símbolos antioqueños, pero manteniendo la idea feudal del poder, lo está construyendo como un terrateniente metropolitano del poder, con base en alianzas que tiene hoy”. Además, a Quintero es cercano al exgobernador Luis Pérez Gutiérrez, figura de la clase política tradicional, y al expresidente César Gaviria, director del partido Liberal.

El exfuncionario de Quintero Sebastián Trujillo reconoce que el modelo empresa – Estado – universidad está “algo desgastado”, pero dice que no se puede omitir que ayudó a la ciudad. Afirma que el alcalde es un buen jefe, inteligente y “un hombre paradójico porque desnuda muchas verdades (como la inequidad de años), pero también impone muchas mentiras”. Es un tremendo estratega de comunicaciones que “en lugar de hacer consensos se ha dedicado a generar conflictos, dividir y a consolidar un bloque económico a favor de sus aspiraciones futuras”, asegura. Y concluye que Quintero no tiene ideología.

Para el diputado Luis Peláez, crítico de Quintero y del partido de izquierda Dignidad, detrás de las peleas con los empresarios hay un nuevo pacto y negocios con otros políticos. “Daniel Quintero es el líder de un startup de corrupción”, asegura este político, que compara la dupla del alcalde con su hermano Miguel con el exalcalde de Bogotá Samuel Moreno y su hermano Iván, condenados por corrupción. “Es peor porque la de los Moreno era corrupción inmediata; esta es un modelo que deja amarrados contratos a 30 años y con tecnología”, dice. Peláez asegura que recibió cinco amenazas de muerte después de denunciar a Quintero ante la Procuraduría.

Daniel Quintero en la Procuraduría en Bogotá, en mayo de 2022.MAURICIO DUEÑAS (EFE)

En cada relato difundido por redes sociales habría un negocio, agrega. “Cuando habla contra el GEA está abriendo las puertas a Gilinski”. Sugiere que no es gratuito que a Quintero le hayan hecho al menos 200 artículos en la Revista Semana, de propiedad del banquero que ha invertido, con financiación de la familia real de Abu Dabi, más de 3.500 millones de dólares en compras de acciones de las compañías del grupo GEA durante los últimos nueve meses para lograr su control.

Según Piedad Restrepo, directora de la veeduría Todos por Medellín, el alcalde tiene un carácter autoritario que se expresa en que ataca a quienes lo critican, incluidos los medios de comunicación. “No le interesa gobernar la ciudad sino dividir, estar en redes sociales generando tendencias. En la práctica no le interesan las consecuencias de su desgobierno”, dice la mujer que ha hecho control político a otros alcaldes de la ciudad.

Asegura que para el alcalde todos los empresarios de la ciudad son corruptos y que recibió una ciudad en ruinas. “Eso no es real. Medellín, aún con problemas, tenía avances que están documentados. Él desconoce todo eso. Tiene síndrome de Adán”. Las críticas de que ha hecho una mala gestión le han valido un intento de revocarle el mandato. Él responde que se trata de una persecución del uribismo aliado con el fajardismo, en alusión al expresidente Álvaro Uribe y al excandidato presidencial del centro, Sergio Fajardo.

Las encuestas muestran que su índice de favorabilidad es del 53%, lo que evidencia una ciudad dividida. Y entre sus logros se destaca haber destrabado la financiación para construir la tercera línea del Metro. Quintero no solo consiguió el aval técnico sino también el fiscal por parte del Gobierno del expresidente Iván Duque, que les garantizó el 70% de los recursos para la construcción del llamado Metro de ligero de la Avenida 80. Ha propuesto también entregar 155.000 computadores para los niños de la ciudad y así reducir la brecha tecnológica, algo que ha sido celebrado, aunque la entrega va lenta y accidentada.

“Un dato potente a resaltar con respecto a 2019 es la reducción de homicidios 45%. Mi periodo ha sido el de menos homicidios en la historia”. “En 2021 ningún menor de 14 años fue asesinado. No ocurría hace 40 años”, dice el alcalde sobre sus logros.

Estilo de gobierno ‘millenial’
Quintero encarna un tradicional y seductor discurso contra las élites, pero adaptado a estos tiempos de indignación e imagen. Un exsecretario de su gabinete lo confirma: “Estuve en muchos consejos de Gobierno donde la pregunta era qué titular vamos a lograr. La preocupación es el show, no que las cosas se resolvieran”. Esta persona, que pidió no ser citada, destaca también que Quintero es un hombre con gran magnetismo, astucia y buen humor.

Daniel Quintero en su oficina en la alcaldía de Medellín .SANTIAGO MESA

“Ahí todo funciona como un kínder, un combo fiestero de amigos que le rinden lealtad al alcalde y celebran sus anuncios vacíos y sus ideas disparatadas y poco técnicas”, agrega. Se refiere a que las dependencias de la Alcaldía están en manos de millenials, algunos con su primer trabajo. Una de las personas centrales es Esteban Restrepo, amigo del alcalde y quien comparte con él la atracción por lo digital. En redes sociales, Restrepo que fue secretario de Gobierno, ha atacado a medios críticos. La Fundación para la Libertad de Prensa de Colombia ha emitido alertas por el ambiente hostil del alcalde y sus funcionarios contra un sector de la prensa.

En esa apuesta, un andamiaje de nuevos medios favorables a Quintero ha sido clave. El portal El Armadillo demostró que se entregó pauta oficial por 500 millones de pesos (poco más de 100.000 dólares) a la esposa, el hermano y una empleada del congresista Alejandro Toro, elegido por el Pacto Histórico pero impulsado por Quintero. Todo ellos son representantes legales de medios de comunicación recién creados que validan las ideas del alcalde. Ya en 2021 la exgerente de Telemedellín, Johana Jaramillo, el canal público de la ciudad, había advertido de que muchos de esos medios pequeños no tenían suficiente alcance para recibir pauta. La mujer fue despedida.

También busca posicionarse más allá de Medellín. Durante la pandemia vendió a medios internacionales el relato de ‘Medellín me cuida’, una aplicación digital con la que supuestamente pondría a raya al virus. “Hay críticas y temores por el posible uso posterior de los datos y la privacidad. ¿Qué garantía les da a los ciudadanos que estos no serán mal utilizados?”, le cuestionamos en este diario. “Los ciudadanos son dueños de su información”, respondió. Sin embargo, el periódico Contexto probó que la aplicación fue un desarrollo hecho en parte por contratistas y no está claro quién tiene el control de los datos recogidos. El programa tampoco detuvo la pandemia.

Mientras Quintero tuitea, las críticas por el estado de la ciudad aumentan. Las bibliotecas, símbolo de la transición imperfecta de una ciudad violenta, han estado cerradas fines de semana; el programa de alimentación de niños Buen Comienzo intenta recuperarse de retrasos; y las calles de la urbe que se llamó “tacita de plata” por su obsesión con la limpieza, permanecen sucias. El alcalde cada vez suma más denuncias en la Fiscalía y los órganos de control. Él ha replicado que esto no es así: que la ciudad está limpia, las bibliotecas abiertas y no hubo retrasos en el programa de niños. De hecho, asegura que es su Alcaldía quien ha denunciado un presunto “detrimento fiscal por 30.000 millones en la biblioteca España, ubicada en la comuna nororiental, construida en la era de (Sergio) Fajardo y que hoy está en ruinas”.

Un listado muestra investigaciones donde se repiten frases como presuntas “celebración indebida de contratos” o “interés indebido en la celebración de contratos” en diferentes instituciones. Para Quintero, todo es parte de una persecución “del uribismo, sumado a unos grupos empresariales” para sacarlo del cargo porque, dice, les “paró la robadera”. “Hemos demostrado que no tenemos ninguna responsabilidad y que esos sí que han sido ataques mediáticos”. Y agrega que en Colombia denunciar es un derecho. “La Fiscalía de (Iván) Duque no ha encontrado ninguna prueba que se pueda sostener ante un juez. Por tanto no he sido imputado por ningún caso. Los denunciantes han sido sin falta políticos y empresarios de oposición”.

“Somos una Alcaldía mediática, sí, y aprovechamos tendencias para poder estimular y para poder posicionar programas de Gobierno”, le dijo Quintero a EL PAÍS en mayo pasado, cuando la Procuraduría lo suspendió por tres meses por un video de redes sociales donde daba, de forma velada, su apoyo al hoy presidente Petro, algo prohibido por la ley. Él sigue usando las redes como lugar de confrontación y polémica, y allana el camino para su siguiente paso.

“Hay una Colombia muy grande esperando por liderazgo”, respondió cuando un periodista de Semana le preguntó si ya piensa en las elecciones presidenciales de 2026.

Por: ELPAÍS

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