50 años de pasión radial: la historia de “Tito”, un joven que convirtió cables y casetes en una vida de radio

La historia de la radio está llena de anécdotas mágicas, pero pocas tan inspiradoras como la de aquel joven que en 1975, con apenas 21 años, decidió experimentar con cables, grabadoras y un tocadiscos, sin imaginar que ese sería el inicio de una vida entera dedicada a la radio. Medio siglo después, su experiencia sigue siendo una lección de creatividad, persistencia y pasión para las nuevas generaciones. Óscar Jaime López Musikka, más conocido como “Tito”, medio siglo después, su experiencia sigue siendo una lección de creatividad, persistencia y pasión para las nuevas generaciones.

Todo comenzó en julio de 1975, en Envigado, cuando durante unas vacaciones universitarias, las ganas de experimentar superaron la rutina académica. Aunque estudiaba administración de empresas por sugerencia de su padre, lo que realmente lo motivaba eran la publicidad, la música y, sobre todo, el deseo de conectar aparatos y crear sonidos. Su cuarto se convirtió en un improvisado laboratorio lleno de cables, parlantes y un apodo que lo marcaría: “Tito Cables”.

El nacimiento de una emisora casera

Entre experimentos con casetes y trucos de grabación, la curiosidad lo llevó a ir más allá: construir una emisora. Con la ayuda de su vecino Juan Felipe Ramírez, y un manual de Mecánica Popular, lograron armar un transmisor de onda corta en el chasis de una vieja grabadora de carrete abierto. Con antenas improvisadas de guadua en el jardín y la música de Electric Light Orchestra de fondo, nació su primera señal al aire.

Al poco tiempo, otro amigo, Donnie Miranda, se sumó al proyecto y bautizó la estación como Radio Cáncer, en honor a sus signos zodiacales. Aunque el sonido era débil y la cobertura mínima, la semilla de la pasión radial ya estaba sembrada. Programas como Máxima Nota demostraban que con ingenio y amor por la música se podía crear magia desde una habitación.

El salto a la radio profesional

El gran giro llegó en septiembre de 1975, cuando él y Donnie se atrevieron a llevar un casete con su programa a una emisora recién inaugurada: Emisoras El Poblado. Para su sorpresa, el gerente quedó encantado y esa misma noche el programa salió al aire. Escuchar sus voces y su selección musical en el dial fue un momento inolvidable que confirmó que la radio no era solo un pasatiempo, sino una verdadera vocación.

Durante meses transmitieron Máxima Nota varias veces a la semana, primero grabado y luego en vivo, dejando huella en la programación de la emisora. Aunque el camino los llevó pronto a explorar nuevas frecuencias, aquel primer paso profesional consolidó un legado que hoy cumple 50 años.

Medio siglo de magia radial

Esta historia demuestra que la radio es más que micrófonos y consolas; es un bichito imposible de sacar de la sangre. Lo que empezó con cables desordenados y casetes grabados en un cuarto, se transformó en una vida dedicada a acompañar a oyentes, descubrir música y narrar historias.

Celebrar 50 años de radio no es solo mirar hacia atrás, sino también inspirar a quienes sueñan con hacer de la comunicación su camino. Porque si algo enseña esta experiencia, es que la pasión, la creatividad y la perseverancia pueden transformar un hobby en una trayectoria inolvidable.

Fotos: cortesía Tito y Donnie

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