Rinitis atrófica, enfermedad infecciosa de gran incidencia en la producción porcina.

Porkcolombia

La rinitis es una patología común en explotaciones porcinas a nivel mundial que afecta el sistema respiratorio superior de los cerdos.

Si identifica estornudos, secreción nasal serosa, lagrimeo, sangrado nasal o deformación del hocico en los animales de su granja porcina, alértese, pueden ser síntomas de la presencia de rinitis atrófica, patología de gran impacto en los sistemas de producción.

La rinitis atrófica es una patología común en las explotaciones porcinas a nivel mundial que afecta el sistema respiratorio superior de los cerdos. En otros términos, significa la inflamación de la mucosa o tejidos nasales.

De acuerdo con la Organización Mundial de Sanidad Animal, Omsa, “es una enfermedad infecciosa porcina que se caracteriza por la secreción nasal serosa o mucopurulenta, el acortamiento o deformación de la jeta, la atrofia de los cornetes nasales y una reducción de la productividad”.

En el caso de la porcicultura, es producida por una o varias bacterias y de esto depende la gravedad de la enfermedad. La rinitis atrófica se clasifica en dos tipos, la no progresiva y la progresiva.

La primera de ellas es causada por una bacteria gramnegativa llamada Bordetella Bronchiseptica. Según María Isabel Durango Moreno, médica veterinaria y asesora de granjas porcinas, puede ser de leve a moderada, provocando cambios en los cornetes nasales, los cuales cumplen la función de filtrar el aire que respiran los cerdos. Su duración es de dos a tres semanas.

La rinitis progresiva es provocada por la Pasteurella Multocida, de cepas toxigénicas en su mayoría tipo D. En este caso, la enfermedad se produce por la bacteria mencionada o combinada con la B. Bronchiseptica, Puede ser de moderada a severa, ya que logra ocasionar la atrofia o deformación de los cornetes nasales y el septo nasal”, precisó la experta.

En ambos casos, afecta a animales de todas las etapas como hembras reemplazo, cerdas, machos, lechones lactantes, cerdos en levante y finalización, además que se puede predisponer por factores ambientales, hacinamiento, acumulación de amoniaco, manejo de los animales, mala ventilación, acumulación de polvo, entre otros.

Se transmite, la mayoría de veces, de las hembras lactantes a los lechones, pero también se dar por el contacto con un cerdo infectado, otros animales domésticos como perros, gatos, rumiantes, aves, humanos, fómites (ropa, equipos, materiales de granja, etc), aerosoles y contacto directo entre hocicos”, añadió.

Aunque los síntomas más comunes a través de los cuales se manifiesta la enfermedad son los estornudos, la secreción nasal y ocular, el sangrado nasal y la deformación del hocico, también se identifica por el aumento de enfermedades respiratorias y la disminución de la productividad por la dificultad para comer.

“El diagnóstico se realiza a través de cultivo de hisopado nasal o amígdalas, pcr, evidencia de la desviación del hocico, atrofia de cornetes nasales y septo nasal evidenciados por medio de la necropsia o en planta de beneficio”, destacó.

De acuerdo con Moreno, su control se da a través del uso de antibióticos y la implementación de buenas prácticas dentro de la granja porcina, que incluya aseo, desinfección de instalaciones y equipos, manejo de ventilación y el cumplimiento de todas las normas de bioseguridad.ARTÍCULO RELACIONADO

“En cada necropsia, planta de beneficio o planta de desposte, se puede realizar una evaluación a través de un sistema de puntuación en el que se hace un corte del hocico entre el primer y segundo premolar superior para valorar el grado de atrofia de los cornetes nasales y desviación del septo nasal”, afirmó.

¿Cómo prevenirla para evitar bajas productivas?

Pese a que la forma más efectiva de prevenirla es a través de la vacunación, esta debe realizarse solo si la granja tiene prevalencia de la enfermedad. Si es así, implemente el plan de vacunación en hembras de reemplazo, hembras gestantes antes del parto y, si es necesario, en lechones lactantes.

Realice la vacunación con dos dosis y con un intervalo entre ellas de cuatro a seis semanas, siempre siguiendo las recomendaciones de cada laboratorio fabricante de la vacuna. En el caso de la vacunación de hembras gestantes, se ayuda a la disminución de la contaminación en lechones lactantes por el paso de anticuerpos a través del calostro”, concluyó.

Por: AGRONEGOCIOS

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