La primera emisora que dirigí, hace 45 años…

Por: TITO LÓPEZ

radionotas.com

Una corta historia de La Voz del Cine de Medellín, una emisora en AM que fijó la pauta para otras emisoras de corte juvenil en esa ciudad.

El día 24 de febrero, cuando completo 600 artículos publicados en radioNOTAS, me voy a salir de mis textos habituales y les voy a contar una historia de la que me siento orgulloso: mi primer empleo formal en radio, que además y, aunque parezca increíble, fue de Director de Programación.

Les contaré el inicio de la emisora donde, después de casi 50 años de haber hecho radio en diferentes lugares del mundo, es la que mejores recuerdos me trae. En la que, tal vez, pasé los mejores momentos de mi vida en radio.

También fue la emisora en la que, al lado de Donnie Miranda, tuvimos la libertad de hacer lo que nos diera la gana, lo que nos permitió desarrollar nuestra creatividad, convirtiéndose en un laboratorio de pruebas que nos sirvió para fundar las bases de nuestras carreras de radio.

Los inicios

A mediados de 1975, yo tenía al aire en Envigado una emisora experimental en AM que sólo tenía un alcance de una o dos cuadras a la redonda. Se trataba de un proyecto que hice con mi amigo y vecino Juan Felipe Ramírez, estudiante de una academia de electrónica, sacando los planos de un libro de Mecánica Popular.

Con el fin de tener sonando al aire algo más que simples discos, decidí grabar un programa que llamé ‘Máxima nota’. En esa época nadie decía que algo era ‘cool’. Los jóvenes de Medellín, cuando nos gustaba algo, decíamos que era «una nota».

Yo tenía algunos discos, pero Donnie Miranda, mi vecino y mejor amigo, tenía una discoteca impresionante, no sólo en long-plays sino en discos sencillos de 45 R.P.M. traídos de la Gran Bretaña y los Estados Unidos.

Acudí a él para que me prestara su música y al final terminamos creando dos estudios de grabación, uno en mi cuarto y otro en el clóset de maletas de su casa, y de esta forma, él se unió al proyecto, que siguió sin Juan Felipe, que tenía otros intereses.

Por haber nacido los dos en los meses de junio y julio, decidimos ponerle por nombre a esa emisora Radio Cáncer.

En agosto de ese año, Donnie me convenció de llevar el programa a una emisora que acababa de ser lanzada al aire en Medellín: Emisoras El Poblado, en 1560 kHz. Ese fue nuestro inicio en radio.

Más adelante, y luego de hacer programas en La Voz de la Música (1590 kHz), La Voz del Río Grande de Todelar, Radio Ya y Radio Bolivariana (de la Universidad Pontificia Bolivariana), finalmente, el 23 de febrero de 1978, hace 45 años, llegamos a La Voz del Cine (1530 kHz).

Logo original con la frecuencia errada (realmente era 1.530 kHz)

¿Cómo llegamos allí?

Nuestra salida de Emisoras El Poblado se debió a que Donnie tuvo algunos enfrentamientos con el gerente de esa emisora, Carlos Gómez. Desde entonces, y con esa fiebre de hacer radio, hicimos varios ensayos, pero nada cuajaba realmente.

Yo trabajaba como director de publicidad del Centro Comercial Sandiego y Donnie en los laboratorios de sabores de Coca-Cola.

Cuando nos enteramos de la salida al aire de una nueva emisora en los 1530 kHz, comenzamos a investigar la forma de llegar allí. Esta emisora pretendía tener una programación basada en bandas sonoras de películas, ya que uno de los socios era el periodista Jaime Saldarriaga, socio además de una cadena de teatros de cine en Medellín, entre ellos el Tropicana.

Al final nos enteramos de que Mario Gutiérrez, gerente y socio de este Radio Sistema Federal -así se llamaba la empresa- era el papá de una excompañera de colegio de Donnie en el Columbus School. Donnie, ni corto ni perezoso, contactó a su amiga quien le consiguió una cita con su papá.

En esa reunión, a la que yo no asistí, Donnie le comentó al Sr. Gutiérrez la mentira de que había aprendido a hacer radio en la BBC cuando vivía en Escocia, y que nosotros éramos los más indicados para manejar esa emisora nueva. El señor Gutiérrez se tragó el cuento y, aunque no lo crean, Donnie y yo fuimos contratados como codirectores de La Voz del Cine.

Durante 4 meses no nos pagaron ni un peso. No era nuestra preocupación. Solo queríamos hacer radio. Luego acordamos un salario de medio tiempo de $5000 mensuales (equivalentes en Colombia a un salario mínimo de hoy).

Pocos pueden decir que su primer trabajo pagado en radio fue de Director.

Y así comenzó la fiesta

De esta forma, el 22 de febrero de 1978, llegamos con nuestros propios discos, micrófonos, audífonos y equipos de grabación para comenzar a trabajar en la emisora.

La Voz del Cine no tenía locución. Sólo molía discos sin parar. Sin embargo, la programación no prometía. Lo primero que hicimos fue desmontar el estudio y adecuarlo para hacer locución. Aunque había dos operadores de audio, Carlos Alberto Ríos y Jorge Correa, nuestra idea era hacer algo que muy pocos hacían en Colombia: controlar la consola y hacer locución al mismo tiempo, tal como lo hacían los disc-jockeys de Estados Unidos e Inglaterra.

Para ello pusimos la consola en el medio y una tornamesa a cada lado, y al no haber bases de micrófonos, amarramos el nuestro a un palo de escoba, de forma que pudiéramos hablar y manejar los controles de manera simultánea.

Sobra decir que nuestros compañeros de trabajo, que era la gente que laboraba en Radio Popular –la otra emisora de la empresa- no entendían qué era lo que estábamos haciendo.

Había un jefe de operaciones, el popular ‘Camajín’ Cardona, que se paraba a mirar desde lejos todo el desmadre que estábamos haciendo y no se atrevía a decir ni una palabra.

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Esta fue la segunda cabina, ya con equipos más modernos.

Los equipos que existían eran muy modestos, así que decidimos traer los nuestros, los que usábamos en nuestros estudios de grabación caseros. Esto incluía dos grabadoras Akai de carrete abierto, bases de micrófonos, audífonos profesionales, contestador de llamadas con altavoz y radio de monitoreo, entre otros elementos.

Luego de adecuar el estudio a nuestra conveniencia, procedimos a cambiar la programación musical. Nos convertimos en una emisora que emulaba el Top 40 estadounidense mezclado con éxitos de Inglaterra.

Luego vino la producción de la emisora. Por esa época, nuestra fuente de inspiración eran dos emisoras de Miami: WGBS y WQAM. Era tal nuestra afición por esas emisoras, que Donnie y yo nos íbamos en su Simca hasta Cartagena, un viaje que demoraba unas 12 horas por una carretera maltrecha, solo para sentarnos en la playa al atardecer a tratar de captar la señal de esas emisoras, teniendo en cuenta que a esa hora las ondas se propagan con mayor facilidad.

Yo sabía que no podía imitar la producción de esas emisoras. No contaba con las herramientas para hacerlo. Sin embargo, con una tornamesa, un micrófono y mucha creatividad logré grabar las primeras identificaciones de la emisora.

Inspirados en las emisoras estadounidenses, y procurando diferenciarnos de las otras de Medellín, creamos unas identificaciones, promos y una producción artística que, en ese momento, era muy diferente a las de las demás.

Una muestra de ello puede escucharse al dar clic en este enlace:

La verdad, y para el poco tiempo que llevábamos haciendo radio, pienso que nuestra producción fue completamente diferente a lo que se había hecho hasta esa época, influenciada también por la que hacían en Bogotá Armando Plata, Enrique París y los hermanos Sánchez Cristo.

La programación

Finalmente, Donnie creó una fórmula de programación que debíamos seguir en nuestros turnos. La idea era la siguiente: mandó a hacer un cajón en el que había 3 compartimientos. En el primero estaban los éxitos del momento. En el segundo los éxitos recientes y clásicos, y en el tercero la música nueva que no estaba clasificada o que no debería sonar (…y que era toda una tentación).

Luego procedió a marcar todos los discos con tres características: canciones ‘Suaves’ (marcadas en el disco con una ‘S’), canciones ‘Movidas (‘M’) y canciones bailables (‘D’, de música Disco, que estaba de moda por esa época).

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Donnie Miranda y los discos sencillos en rotación.

Cada locutor debía seguir una secuencia para asegurar una ‘curva musical’: ‘Movido’-‘Suave’-‘Disco-‘Suave’. Siempre deberíamos tocar el primer disco de cada una de esas características que fuera apareciendo, y luego de sonar, lo debíamos mandar al final del compartimiento.

Obvio, todos hacíamos trampa y nos saltábamos las canciones que no nos gustaban, pero eso no sólo le daba más variedad a la programación, sino que ayudó a reforzar la imagen de cada uno, pues así la gente notaba quién era más rockero, más discotequero o más baladista…

El trabajo en esa emisora fue muy divertido. Hasta cierto punto, esa baja cobertura nos permitió hacer muchas embarradas sin que nadie se diera cuenta o se molestara. Al fin y al cabo, nuestra forma de hacer locución era mucho más informal y coloquial que las demás emisoras y, si algo fallaba, en lugar de ofrecer disculpas simplemente nos reíamos de nosotros mismos, y nuestro público lo agradecía.

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Donnie Miranda, Carlos Alberto Ríos, Johnnie Muñoz y Tito López

Y hablando de turnos, nuestros compañeros Carlos Alberto y John Jairo, que habían llegado allí como operadores, terminaron convirtiéndose en disc-jockeys gracias a la irresponsabilidad de sus dos jefes, que en plena semana de trabajo les daba por irse a nadar al Club Campestre o de paseo al Llanogrande, quedando ellos al frente de la emisora, lo que les permitió desarrollar sus habilidades de locución.

La música

Como sea, la emisora cogió mucha fuerza y se convirtió, como decía nuestro eslogan, en “el punto de referencia” para saber qué era lo último en música. De hecho, nacimos con la fiebre de la música Disco, que fue reemplazada por el Punk, luego el New Wave, y así nos íbamos moviendo de acuerdo con las tendencias que llegaban de los Estados Unidos, Inglaterra y otros países de Europa.

Por esa época, las casas disqueras se demoraban meses en lanzar un disco exitoso en Estados Unidos o Gran Bretaña. Medellín estaba muy atrasada al respecto. Nuestro afán era el de actualizarnos con el resto del mundo.

Para ello, logramos contactos importantes. “Uncle Fred”, un tío de Donnie, vivía en Escocia, y cada semana se iba al almacén de discos local para comprar los discos de 45 RPM que entraban a la lista del BBC Top 40, y nos los enviaba por correo aéreo.

De la misma forma, teníamos amigos en Estados Unidos que nos enviaban las nuevas entradas al Top 100 de Billboard. Además, la Voz de América nos entregaba cada semana unas cintas magnetofónicas de carrete abierto y que contenían novedades y éxitos de Estados Unidos. Todo lo anterior complementado con canjes con almacenes de discos locales que importaban la música de Norteamérica.

Llegamos a ser tan fuertes en el lanzamiento de música que las disqueras sólo se aparecían para averiguar qué nos había llegado nuevo para ver si lo lanzaban en Colombia. Recordemos que, por esa época, algunos de los principales sellos de música Anglo como Warner, Elektra, Asylum, RCA, Casablanca, entre otros, eran prensados en Medellín, ya fuera por Codiscos, Sonolux o Discos Fuentes.

Ese posicionamiento de ser la emisora lanzadiscos lo reforzamos con dos programas: el ‘American Top 40’, que lo estrenamos en abril de 1979, y ‘El Pop Británico’, una versión en español del ‘Top of the Pops’ de la BBC, y que presentaba cada semana en español, en un espacio de media hora, lo más nuevo y exitoso de las listas británicas.

La idea era educar a los oyentes diciéndoles que, si no creían que la canción que estábamos pasando en ese momento era número 1 en Estados Unidos o Inglaterra, escucharan a Casey Kasem o a Juan Peirano el fin de semana para comprobarlo.

Incluso Donnie llevaba a la emisora su radio Zenith Transcontinental que captaba en onda corta la BBC de Londres en inglés para retransmitir todos los jueves a las 5 de la tarde el Top 40. El sonido era pésimo, pues la señal iba y venía con interferencias, pero era una forma de mostrar lo actualizados que estábamos.

Unas son de cal, otras son de arena…

Pero no todo era color de rosa. Nuestra señal era muy pobre. Solo tenía 1 kilovatio de potencia. La cobertura era tan baja que a las 6 de la tarde, mientras Donnie hacía su turno, entraba Radio Reina de Colombia en la misma frecuencia, una potente emisora situada a más de 300 kilómetros de distancia en la ciudad de Chiquinquirá.

Esa emisora pertenecía a la curia arzobispal de esa ciudad y, lo más chistoso es que, mientras nosotros pasábamos música ‘satánica’ como Led Zeppelin o Black Sabbath, o lo más nuevo del Punk británico, en Radio Reina, en una emisora cuyo nombre está dedicado a la Virgen de Chiquinquirá, rezaban el Santo Rosario, que al final tapaba nuestra señal.

Para colmo de males, nuestra empresa no tenía un departamento técnico, sino que contrataba los servicios de un ingeniero que nunca hacía mantenimiento a los equipos y que, lo peor, cuando la emisora salía del aire -lo que sucedía con frecuencia- había que esperar hasta el otro día para que la arreglara, porque el puesto de transmisión estaba muy alejado de la ciudad, en lo alto de la montaña, y no había teléfono para impartir las instrucciones necesarias al transmisorista.

Por otro lado, Donnie y yo nos preocupábamos por tratar de mejorar la escasa tecnología con la que contaba la emisora. Como lo mencioné atrás, llevamos nuestras grabadoras de carrete abierto, nuestros micrófonos, nuestros audífonos. Compramos, de nuestros bolsillos, un contestador de llamadas, unos pedales de efectos, de los que usan los guitarristas de rock, para distorsionar nuestras voces. Incluso compramos un Vocoder, toda una novedad en 1981.

En ningún momento cuestionamos a la empresa. Ellos nos habían dado la oportunidad soñada y nosotros, en contraprestación, les pagábamos con nuestras mejores intenciones, esfuerzos y recursos, para sacar la emisora adelante.

El final

4 años después, el Radio Sistema Federal, que ya contaba con 4 emisoras (La Voz del Cine, Radio Popular, Emisoras El Poblado y La Voz de la Música) fue vendido al Grupo Radial Colombiano, una empresa caleña que hacía su incursión al mercado de la radio de Medellín.

Al enterarnos de que nos iban a imponer una dirección desde Cali, que tendríamos que seguir sus políticas de programación y su estilo, y que era una empresa de propiedad de los mafiosos Rodríguez Orejuela, decidimos renunciar en grupo, y así nos llevamos nuestros equipos, nuestra música y nuestra audiencia a otra emisora: Radio Disco ZH.

Pero esa, pequeño Adams, es otra historia…

Conclusión

Muchas veces, cuando los jefes descubren el talento de sus empleados y les dan rienda suelta a su creatividad, pueden salir cosas muy buenas.

Hoy, 45 años después, y luego de haber hecho radio en países como Portugal, Chile, Panamá y Costa Rica, puedo asegurar sin vanagloriarme que en La Voz del Cine fuimos innovadores, creativos, pioneros, influenciadores y muy exitosos, a pesar de las condiciones precarias de su transmisor de 1 kilovatio.

El trabajo en esa emisora nos abrió las puertas para llegar a otras empresas de radio y televisión, que nos acogieron sin dudarlo y proyectar nuestras carreras en los medios.

Y esta historia la cuento con el fin de inspirar a quienes comienzan a hacer radio, a aquellos que están pensando en montar una emisora online o que quieren hacer un pódcast. Y también para los dueños y directivos de radio, que deben confiar en el talento, en los instintos de sus empleados, y apoyarlos de acuerdo con los recursos disponibles.

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Tito, Donnie y Johnnie. Falta Carlos Alberto.

¡Feliz 45º aniversario, La Voz del Cine!

NOTA: Si usted quiere saber cómo era la música que pasaba la emisora o quiere revivir esa época, lo invito a escuchar estas 4 playlists de Spotify creadas por mí y basadas en “Las 20 Máximas”, nuestro conteo semanal de éxitos:

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