El Leopardo de las Nieves, un documental que es poesía y enseñanza.

En el corazón de las tierras altas del Tíbet, el fotógrafo Vincent Munier guía al escritor Sylvain Tesson durante su búsqueda del leopardo de las nieves.
Lo inicia en el delicado arte de la observación, en la interpretación de las huellas y en la paciencia necesaria para localizar a los animales.
Mientras recorren las cumbres habitadas por presencias invisibles, los dos hombres entablan un diálogo sobre cuál es nuestro lugar entre los seres vivos y celebran la belleza del mundo.
Entrevista MARIE AMIGUET- Directora
¿Cómo se te ocurrió la idea de acompañar a Vincent Munier en su búsqueda del leopardo y en esta expedición en particular?
Vincent había visto mi trabajo con Jean-Michel Bertrand, la película «La Vallée des loups», y en 2017 me propuso este proyecto en el Tíbet. Reconozco que me resultaba difícil rechazar una aventura a esas alturas con un escritor al que admiro muchísimo y con Vincent, el fotógrafo que se ha convertido en mi compañero desde entonces. Aunque es cierto que yo ya me hacía preguntas sobre el impacto medioambiental de nuestros viajes.
¿A dónde fuiste exactamente?
Al este del Tíbet, a mesetas que están a una media de 4.500 metros de altitud con cimas de
6.000 metros. Un paisaje muy seco, muy árido. No hay nada más que inmensidad hasta donde alcanza la vista.
¿Cuánto tiempo duró el rodaje?
Sin contar los viajes, el rodaje con Sylvain, Vincent y Léo-Pol Jacquot, ayudante de dirección, duró dos periodos de tres semanas. Pero Vincent ya había acumulado muchas imágenes de video de animales durante 5 viajes anteriores, solo o acompañado de amigos naturalistas. Su primer viaje data de 2011.
¿Qué viniste a filmar? ¿Al leopardo de las nieves? ¿Al famoso fotógrafo de animales que sigue los pasos del leopardo? ¿Un encuentro «en la cima» entre el escritor con mucha labia y el silencioso maestro de la observación de animales?
Eso lo anoté en mi libreta cuando salimos: en efecto, quería filmar el encuentro de dos hombres de mundos diferentes. Tenía curiosidad por descubrir qué fuegos artificiales provocaría este cara a cara entre, por un lado, Vincent, un hombre muy sensible a la naturaleza, obsesionado con la belleza y, efectivamente muy silencioso, y por otro, este escritor muy hablador que vive al máximo. Me gusta filmar a personas apasionadas, tratar de entender qué impulsa a estos seres humanos excepcionales. Dicho esto, no tenía ideas preconcebidas. No hice ninguna búsqueda de localizaciones y me niego a escenificar nada. Así que solo tenía que estar abierta a lo que fuera a surgir.

¿Cómo elegir los momentos en los que podías filmar a tu antojo sin entorpecer el trabajo de Vincent? ¿Tu cámara se quedaba siempre en un segundo lugar cuando el fotógrafo ya había tomado muchas fotos?
Es cierto que cuando va solo, Vincent piensa constantemente en la fotografía. Apenas duerme. Pero esta vez tenía algo más en mente. Quería compartir esta búsqueda. Y desde el momento en que decidió llevarse a Sylvain, trabajó de otra manera. Puso la fotografía en un segundo plano. Su objetivo era el encuentro soñado entre Sylvain y el leopardo. Así que nos dió todo el espacio que necesitábamos.
¿Qué referencias tenías en mente al pensar en las laderas de esas montañas?
A decir verdad, me he dejado llevar. Cuando me fui, no tenía ninguna referencia en particular.
¡Antes de irme me limité a leer “Tintín en el Tíbet”! (risas) Había leído los libros de Sylvain, conocía la obra de Vincent, sé que me gusta estar en manos de lo impredecible. Pero hasta que el trabajo no está terminado hay muchas dudas.
¿Qué te fascinó? ¿Qué revelaciones tuviste? ¿También afloraron tus miedos?
Me fascinó la posibilidad de redescubrir esa sensación que te da la inmensidad del paisaje que nos devuelve a nuestra condición de seres humanos. Es decir que no somos nada, o poca cosa.
Ya había vivido una fascinación parecida en el sur de Argelia y también en el mar cruzando el Atlántico, y desde entonces no me había pasado. En cuanto a las revelaciones, me afectaron mucho las consecuencias de la política china en la cultura nómada tibetana. El gobierno está haciendo todo lo posible para que desaparezca definitivamente. Por ejemplo, hemos sabido que a los tibetanos no se les permite llevar portaequipajes en el techo de sus coches, para asegurarse de que no emprenden viajes largos. La población local tampoco tiene derecho a recibir extranjeros. Así que más que miedo, hay una pregunta: ¿Qué sentido tiene nuestro proyecto?¿Qué sentido tiene ir al Tíbet? Parlotear sobre la aventura, las sensaciones… no tiene ningún interés. Nuestra película solo será útil si sirve para que el público se haga preguntas y tome conciencia del poco espacio que hemos dejado hoy al mundo salvaje. En mi opinión, un cambio de paradigma es urgente y necesario.