Un viaje a la eternidad del Rey que hizo grande el despecho.


Las tristezas y los recuerdos han marcado la vida de Darío Gómez. Una tragedia familiar en su adolescencia lo llevó a abandonar su pueblo natal y a buscar el futuro en la ciudad.

Marcelo Montoya Acevedo

@chelomontoya

De su madre Ana Abigaíl acogió el amor y el cariño por la música y de su padre Marco Aurelio, desde muy pequeño, a los cinco años, aprendió las labores del campo. En la finca donde vivía la familia Gómez Zapata, en San Jerónimo, al occidente de Antioquia, se inició un 6 de febrero de 1951, la vida de esta leyenda colombiana.

Esos dos gestos marcaron su camino por el resto de sus días. Pues con la música sintió que encontraba un mundo donde podía explorar y vivir; en cambio, por el trabajo arduo del campo, nunca pudo terminar sus estudios, y prefirió abandonar los salones de clase, y solo ver realizado el sueño educativo hasta quinto de primaria.

A la par que ayudaba en la tierra a un padre y esposo amoroso y respetuoso, la música se le iba metiendo por los poros y empezaba a entonar letras parranderas y de guasca, que para entonces, era lo que sonaba en todo el departamento. Música que se escuchaba en cantinas y parques y que muchos disfrutaban en la voz del hombre que inmortalizaría su propia despedida terrenal, con Nadie es eterno en el mundo, nadie vuelve del sueño profundo…

Esas ganas de hacer música lo trajeron pronto a Medellín, aquí quiso encontrar  el porvenir, sin saber que la música poderosa estaba en los salones de los grandes hoteles, en las grandes orquestas musicales, y en las voces tremendas que cantaban la música del trópico o los grandes sones cubanos o los boleros eternos. Llegó a la ciudad que ya había abarcado don Toño Fuentes, el rey midas de la música con su industria Discos Fuentes.

Huyéndole a la tragedia y el suicidio

La insistencia de hacer vida en Medellín, además del cariño por las melodías, fue obligada por la tragedia. Ese padre encantador que conocieron él y sus otros cuatro hermanos, cambió. Algún día Darío Gómez habló de que a su padre lo habían enyerbado, le habían hecho un maleficio, dizque alguna mujer que tuvo le dio de beber algo que transformó al padre de los Gómez.

Se volvió agresivo e intimidante con su familia. En una de esas situaciones ocurrió la desgracia que marcó su camino. Una golpiza a su madre que incluyó planazos de machete, hizo que Darío reaccionara en defensa de su progenitora y accidentalmente acabara con la vida de su padre. “…Un día como faltando diez minutos para las ocho de la noche, mi papá llegó a ponerle problema a mi madre, la golpeó y le dijo que la iba a matar y fue por la escopeta; yo me le tiré encima, le quité la escopeta y salí corriendo para la huerta para tirarla. Yo la llevaba de la cacha y el tubo hacia atrás, y sin darme cuenta apreté la uña que llaman, se fue el tiro y maté a mi papá, se desangró de inmediato”, le contó al programa Se dice de mí de Caracol Televisión hace algunos años.

Ese suceso marcó notablemente a Darío que pensó en el suicidio, en cómo terminar con su vida, pues además, sus tíos lo amenazaron. Hecho que aumentó la preocupación de su madre quien hizo todo lo posible para que su hijo buscara posada y trabajo en otro lugar.

La música y su primer amor

Darío buscó trabajo y no dejó de componer música, su sueño seguía en el camino. A los 18 años se casó con su primera esposa, Martha Nubia PIneda, una relación que dejó tres hijos y un recuerdo macabro de un asesinato en plena boda por una pelea. La tragedia seguía persiguiendo a Darío.

A Martha Nubia nunca le pareció agradable que Darío cantara, que se dedicara a la interpretación de canciones; ella creía que de eso no iba a conseguir el sustento para ella y sus hijos. Vino el fin del matrimonio que se había efectuado en Sopetrán.

Grabó entonces su primer tema por allá en 1976 y a partir de ese momento no dejó de agradecerle a Martha Nubia su recriminación, pues en algún momento comentó que, “Yo tengo que estar muy agradecido de mi primera esposa, si no hubiera sido por ella, no me hubiera dedicado a cantarle al despecho y hubiera desaprovechado esas vivencias, pero no, dije que a esto lo llamaría despecho”, contó el eterno Rey del Despecho.

Darío Gómez tuvo la suerte de toparse en el camino con uno de los compositores más importantes que ha dado Antioquia en su historia, el enorme Gildardo Montoya. Grabó su primer trabajo de Larga Duración, enfocado en la música parrandera conocida por sus letras de doble sentido.

La muerte lo persiguió

A la par, el género guasca también se pegó de Darío Gómez, teniendo en Ángel perdido, la primera canción popular con reconocimiento en todo el enorme repertorio que acompañó sus más de 45 años de carrera artística. Tema dedicado a su hermana Rosángela fallecida en 1978. Hecho que Darío lamentó profundamente y lo volvió a marcar en la muerte y a sumirlo en la tristeza, pues la consideraba como su segunda madre.

Para el 2002, un 18 de febrero, una bala perdida le arrebató otro gran amor. Su hija Luz Dary Gómez Pineda, perdió la vida en un enfrentamiento entre bandas, en uno de los barrios de la zona noroccidental de Medellín. Daniela fue la hija que dejó y que como lo ha dicho el mismo Darío Gómez: “Esta es mi querida niña, a quien amo con toda mi alma”.  Hoy su nieta, a la que le compuso Daniela, soy tu abuelo materno… cuenta con 26 años.

Su carrera por posicionar su música empezó a finales de la década de los 70. Viajó en busca de alcanzar un puesto glorioso en el estandarte de los artistas colombianos y de a poco lo fue logrando. Darío Gómez fue dejando huella en cada pueblo y en cada cantina que visitaba en Antioquia, hasta ser hoy el artista popular más reconocido en el país y con un poder de influencia musical en el mundo.

Nadie es eterno en el mundo, grabada en 1989, tuvo la fortuna de tener su propio video grabado en París, en plenos Campos Elíseos y convertirse a hoy, en el tema más importante y sobresaliente de Darío Gómez.

Con Olga construyó un nombre, una historia

Olga Lucía Arcila, fue su segunda esposa, con ella estuvo durante 35 años y construyó una empresa que se consolidó en el mundo artístico. Recorrieron el mundo y recibieron la aceptación de diferentes públicos que encontraron en Darío, un referente popular colombiano, que llegó a todos los rincones con letras que encajaban en la historia tradicional de muchos ciudadanos.

A pesar que la relación de pareja se terminó hace unos 6 años, Olga Lucía Arcila siguió siendo la líder de la empresa, la mánager del artista, la compañera de crecimiento profesional y la mujer dispuesta siempre a llevar al artista por el camino del triunfo.

En sus casi cinco décadas de carrera musical, Darío Gómez dejó unas 30 producciones discográficas. La primera que escribió se tituló La casita vieja a los 16 años y de ahí se desprende un repertorio que incluye: Entre comillas, El caso de dos mujeres, Sobreviviré, Daniela, Sin amor también se vive, Por las calles del amor, Mi renuncia, La Tirana, Mi corazón está solito, Esta Navidad no es mía, Aquí sobro yo, La indomable, Mi desesperación, La pena es honda, La oveja negra, Sin respeto no hay amor, y un centenar de composiciones más que se han convertido en una excusa en cada reunión, en cada fiesta, en cada diciembre, en cada parche de amigos, en cada paseo, en cada finca, en cada escenario musical y en cada cantina donde siempre sonará un tema inolvidable de Darío Gómez.

Leopoldo Arango, uno de los más expertos y tradicionales promotores musicales de Antioquia, y seguro del país, recuerda a Darío Gómez con quien compartió trabajo y amistad desde 1995, “como un ser humano excepcional, un trabajador incansable y un respetuoso de las relaciones laborales. Aprendí mucho de él y me brindó la confianza de ser director musical de Discos Dago. Anécdotas incontables, como la de buscar una aguja con hilo para coserle un pantalón en Barranquilla, o la de ayudarle a grabar un tema suyo con la Sonora o Rodolfo en Discos Fuentes, Fruko aceptó, al final, lo grabó el maestro Rodolfo Aicardi”, recuerda esta biblia de la música en Antioquia.

En medio del sacrificio, del dolor, de la muerte, del desespero y del trabajo arduo, Darío de Jesús Gómez Zapata, alcanzó el éxito que a sus 71 años, lo tenían como El Rey del Despecho, un título que todos le respetaron y que hoy, después de su muerte, en la noche del 26 de julio a las 7 y 31 minutos, muchos dicen que cuidaran, porque él, después de más de 45 años de carrera musical, seguirá siendo el maestro, el amigo, el recuerdo, el soñador, el que emprendió el camino, el líder de la tripleta. Seguirá siendo el papá de la música popular en Colombia.

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