Hasta las venas humanas son basureros de plástico.
Los humanos lo han contaminado todo. Ahora, hasta a ellos mismos, pues un estudio encontró presencia de estos compuestos en la sangre.
Mírese los antebrazos; ¿puede ver sus venas? ¿Puede ver que, en tonos verdes, azules o morados, llevan de aquí para allá su sangre y le mantienen vivo? Resulta que esa misma sangre que corre por su cuerpo puede estar contaminada y llevar consigo microplásticos.
Mejor dicho, así como el lugar más profundo del océano ya hay basura humana, también la hay en las zonas más inhabitadas —en la Antártida o la cima del monte Everest—, ya encontraron microplásticos en la atmósfera; y así como en los estómagos de las ballenas hay botellas y bolsas, así mismo está usted contaminado.
Y es que ya se sabía que la comida que consumimos puede tener trazas de plásticos, que ya están en nuestros intestinos y hasta en nuestros pulmones, por el aire contaminado, pero una nueva investigación de un grupo de científicos en los Países Bajos, publicada en el March Environment International, ha descubierto que los daños y posibles efectos ya van más allá, son más duraderos: está en la sangre. ¿La culpa?: de los humanos.
Es de los humanos porque somos nosotros los que producimos y consumimos plástico. Según Germán Eliécer Sepúlveda Barbosa, médico toxicólogo, “los microplásticos marcan antropológicamente un momento de la tierra, conocido como el antropoceno, que es la evidencia del paso nuestro por la Tierra”. De hecho, solo en 2020 se fabricaron 367 millones de toneladas métricas de plásticos y se estima que para 2050 esa cantidad se triplicará.
¿Cómo llegó a nosotros?
El químico y doctor en Ingeniería Química de la Universidad de Sydney Australia y docente de la Corporación Universitaria Rémington, Juan David González, explica que los microplásticos son plásticos de tamaño microscópico que se forman durante el proceso de fabricación de los plásticos y otros derivados del petróleo, durante los procesos de degradación natural de los materiales plásticos o incluso por el desgaste y lavado de la ropa. Están compuestos por variedad de polímeros, como el polietileno y el nylon.
Y además de tener compuestos químicos, son considerados matrices, lo que implica que pueden albergar en ellos otras sustancias, explica Sepúlveda. Así, se han encontrado que transportan metales pesados que pueden ser tóxicos para la salud y para el neurodesarrollo y ocasionar cáncer, y patógenos, como colonias de bacterias o virus.
Debido a su tamaño, se fragmentan con facilidad y son fácilmente transportados, por lo que se pueden encontrar en muchas fuentes y es por ahí por donde ingresan a nuestro cuerpo. Se han detectado el agua que bebemos, aunque sea embotellada; en la comida preparada y en los animales de consumo humano; en frutas, verduras, en la sal y hasta en la cerveza; en la lluvia que cae sobre la piel y en el aire que se respira.
Según Ruber Hernando Arias Correa, médico y especialista en Toxicología Clínica
y docente de Farmacología de la Universidad Pontificia Bolivariana, ya prácticamente los microplásticos “se encuentran entonces como parte de la cadena alimenticia y los humanos los tenemos presentes en nuestro organismo, sobre todo en el tracto gastrointestinal”.
Estamos contaminados
Lo que más se conoce y ha estudiado es el impacto en los intestinos y en el sistema respiratorio, sobre todo en los pulmones, y se sabe que el daño y el riesgo permanecerán en el cuerpo por largo tiempo dada la naturaleza de no degradabilidad del plástico.
Explica González que se sabe que los microplásticos pueden producir inflamaciones, respuestas inmunológicas, infecciones, disrupciones endocrinas, afectar el metabolismo, y se ha encontrado relación con enfermedades pulmonares, desde el asma y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica hasta el cáncer. Pero también podrían ingresar al cuerpo y no hacer nada.
Pero también están los químicos que lo componen, que explica González que son principalmente el tereftalato de polietileno (PET) y el poliestireno, asociados a irritaciones pulmonares, mareos, dolores de cabeza, asma, a estrés oxidativo, citotoxicidad, inmunotoxicidad, alteración de la tiroides, etc.
Se han encontrado en pulmones, específicamente en el lóbulo pulmonar inferior; en el intestino; en heces; en la sangre humana y hasta en las placentas de los bebés nonatos.
Más allá y a largo plazo
Este nuevo estudio de científicos de Países Bajos y del Reino Unido encontró en humanos vivos partículas, microplásticos, en lugares en los que antes no se habían encontrado: en la sangre. Aunque la muestra fue pequeña, X personas, y esto limita las conclusiones y un posible análisis sobre los daños, se puede determinar que sí los hay porque no es normal que la sangre transporte plástico, sobre todo porque esta llega a todo el cuerpo.
Sepulveda cuenta que, aunque la afectación todavía está en estudios, “hay ya modelos animales y celulares que permiten evidenciar que hay un efecto citotóxico, que significa que tiene la capacidad de interferir con los procesos internos de la célula, hacer que funcionen mal y que terminan dando señalización de apoptosis, que es una muerte celular programada, que en teoría puede llegar a que haya un daño directo sobre los órganos donde se ha encontrado”. Por eso, dice él, se han relacionado esos microplásticos con fenómenos de hipersensibilidad, como el asma o las dermatitis atópicas, con procesos alérgicos y otras interacciones con el sistema inmune, pero también con enfermedades autoinmunes, como gastritis reumatoide, o lupus eritematoso sistémico, o destrucción de glóbulos rojos, etc.
Ahí están esos microplásticos, moviéndose por el torrente sanguíneo, y no se sabe aún con certeza qué podrían hacer o dónde podrían terminar o si, por el contrario, son inofensivos. Se estipula, por ejemplo, que les sería difícil pasar al cerebro porque este está protegido por una red densa de células que actúan como barrera, pero no hay claridad. Debe haber más investigación.
Por: ELCOLOMBIANO