Antenas usadas para escuchar radio en vehículos hace unos 100 años.

Conozca la evolución del aparato que ha acompañado a los conductores de autos desde hace más de 90 años y prepárese para el futuro.

Por Tito López

En 1976 tuve mi primer carro: un Simca 1.300. La verdad, ese iba a ser el coche para mi mamá, pero ella simplemente no quiso aprender a conducir. Yo ya tenía 20 años y, en lugar de devolverlo, mi papá me lo entregó, advirtiéndome que un año más tarde mi hermano menor cumpliría 18 y deberíamos compartir su uso.

Al día siguiente de haberlo recibido, lo primero que hicimos fue ir a comprar un radiocassette Pioneer. Simplemente no podíamos imaginar un carro sin un equipo de sonido que nos acompañara mientras conducíamos a cualquier lugar.

Más tarde, ese mismo radio que sintonizaba las bandas de AM y Onda Corta, lo usaba para buscar emisoras de otros países, lo que me permitió conocer otros estilos de hacer radio y a escuchar música que todavía no se conocía en mi Medellín natal.

Sin embargo, y a pesar de que traía la opción de escuchar casetes, la calidad del sonido no se comparaba con la del poderoso radio Motorola que tenía el carro de mi papá, un viejo Mercury Monterrey de 1957 que parecía una ballena gigante.

La ventaja de ese radio es que, además de tener una larga antena, contaba con un parlante de unos 20 centímetros de diámetro que retumbaba junto a la ventana trasera, usando el inmenso baúl del carro como caja de resonancia.

Teniendo esas dos opciones, pasaba largas horas de la noche escaneando el dial para ver qué encontraba por ahí, y también aprovechaba para escuchar los casetes que grababa con mi música favorita.

En pocas palabras, esos radios se convirtieron en mi gran fuente de entretenimiento.

La importancia del radio en el carro

Cuando te subes a un auto, ¿qué es lo primero que haces después de abrocharte el cinturón? Buscas algo de entretenimiento. Y durante más de 90 años hemos buscado la radio para nuestra escuchar música, noticias, deportes y entretenimiento.

Escuchar la radio (o alguna otra forma de entretenimiento de audio) es una de las pocas cosas que podemos hacer mientras conducimos. No es de extrañar que la escucha en el vehículo sea tan importante para la industria de la radio.

Y por eso he querido contar, a grandes rasgos, la historia de ese aparato que tanto entretenimiento y compañía nos ha proporcionado.

El autorradio, como lo llaman los españoles, es casi tan antiguo como el propio automóvil. Ya en 1904, el inventor estadounidense Lee DeForest estaba demostrando cómo la radio podría usarse en automóviles cuando se presentó en la Exposición Comercial de Louisana en Saint Louis, Estados Unidos.

DeForest estaba un poco adelantado a su tiempo; nadie había encontrado la forma de transmitir con éxito, de manera inalámbrica, algo diferente al código Morse.

Tuvo que pasar media década antes de que el habla y la música pudieran transmitirse de forma inalámbrica y otros diez años antes de que alguien descubriera cómo hacer que una radio funcionara en un carro.

Para 1920, los tubos de vacío, que DeForest también ayudó a inventar, eran lo suficientemente robustos como para que algunas personas intentaran seriamente colocar una radio en un automóvil.

Sin embargo, la tecnología automovilística de esa época presentaba todo tipo de problemas para lograrlo: voltajes no coincidentes, interferencias eléctricas de los motores, el calor generado por los tubos y el tamaño de la instalación en sí.

Pero esas ganas de poder ofrecer la posibilidad de escuchar música y conversación como compañía a los conductores de autos impulsaron a los inventores a seguir trabajando en lograrlo.

Un ejemplo muy llamativo es el de George Frost, un fanático de la radio de 18 años de Chicago, de quien se dice que instaló un radio en la puerta del pasajero de su Ford Modelo T en 1922. Fue una solución temporal e improvisada, pero aparentemente funcionó.

Casi al mismo tiempo, Chevrolet comenzó a comercializar un radio que costaba 200 dólares, equivalentes a unos 3.000 dólares actuales. La antena era voluminosa, ocupaba la mayor parte del techo, al igual que la propia radio, lo que quitaba una cantidad considerable de espacio para los pasajeros.

En septiembre de 1922, un artículo publicado en The Literary Digest decía: “La instalación de este equipo en un automóvil Chevrolet es tan fácil que podemos esperar ver muchos automóviles equipados de manera similar en el futuro”.

Para 1926, ya era común que la gente adinerada tuviera un radio instalado en su auto.

Y aparece Motorola.

Un par de hermanos invitaron a sus novias a dar un paseo en su auto. Cuenta la historia que decidieron estacionarse en un sitio tranquilo y romántico. Estando allí, una de sus acompañantes dijo: «¿Saben qué haría que esta noche fuera perfecta? Que pudiéramos escuchar música ahora mismo aquí en el auto”.

Obviamente hasta ahí llegó el paseo. Las intenciones románticas desaparecieron de inmediato y la chispa del genio de estos hermanos se encendió de inmediato. No quiero imaginar la frustración de sus amigas…

Paul y Joseph Galvin, que dedicaban parte de su tiempo a inventar cosas, comenzaron a trabajar en lo que se conocía como «radios de viaje», unos receptores que funcionaban con baterías grandes.

Por esa época, los receptores de radio se instalaban en unas grandes consolas o muebles de madera. ¿Cómo hacer para acomodar uno de estos cajones en el asiento trasero de un carro? ¿Serían capaces de hacer una instalación funcional? ¿Sería posible adaptar esa tecnología a los automóviles?

La genial solución que encontraron los hermanos Galvin fue la de dividir un radio en cuatro componentes. La unidad receptora estaría montada en la pared que separa el motor del auto y la cabina de pasajeros. El sintonizador estaría empotrado en el timón y el parlante se acomodaría en el tablero.

Las baterías se acomodarían en una caja debajo de los asientos o se guardarían debajo de las tablas del piso. Finalmente, la antena, un elemento crucial, ya que las señales de radio en ese entonces no eran muy fuertes, se haría mediante una malla en el techo o colgada como un hilo a lo largo de los parales de las ventanillas.

Así vendía Motorola sus radios para autos.
Foto: Consumerguide.com

Los hermanos Galvin llamaron a su nueva empresa Motorola. El nombre proviene de la unión de dos términos: «motor», en referencia a un automóvil, y «ola», que estaba de moda gracias a la aparición de los gramófonos Victrola.

Sí, de ‘ola’ también surgieron palabras como rocola y pianola, incluso shinola, nombre que se le daba hace años al betún para lustrar zapatos. Y también, de ese término, surgió la palabra payola.

Las radios de Motorola aparecieron por primera vez en 1930, hace más de 90 años. Paul Galvin instaló un prototipo en un Studebaker e hizo que otros dos inventores, Elmer Wavering y William Lear, condujeran desde Chicago hasta Atlantic City, donde se estacionó frente a la convención anual de la Asociación de Fabricantes de Radios.

Los pedidos comenzaron a llegar para ese equipo que se conoció como el 5T71, y aunque costaba la mitad de los radios hechos a la medida, lo cierto es que esos primeros autorradios no eran baratos.

Por esos días, una persona podía comprar un Ford modelo A Deluxe por 540 dólares de la época (unos 8.000 dólares de hoy), y un radio Motorola costaba 130 dólares (unos 2.000 dólares de hoy).

Como era de esperarse, la competencia no demoró en aparecer. Philco comenzó a ofrecer en 1931 un equipo «cableado para Transitone» en un auto marca Plymouth. Un año después, el fabricante alemán Blaupunkt comenzó a vender una radio que costaba alrededor de un tercio del precio de un automóvil nuevo.

Crossley Motors, la misma compañía que luego pasó a fabricar las tornamesas que están tan de moda en estos días, incluyó radios de fábrica en sus autos a partir de 1933.

A fines de los años 30, los precios habían bajado hasta el punto en que los autos comenzaron a venderse con radios AM incluidos. A mediados de la década de 1940, cerca de 10 millones de automóviles estaban equipados con radios.

Pero no todos estaban contentos. En 1934, el Auto Club de Nueva York descubrió que el 54 por ciento de sus miembros consideraban que la radio era una “distracción peligrosa”. Sí, igual a como hoy sucede con los teléfonos móviles…

Un proyecto de ley que prohibía los radios para automóviles estuvo a punto de ser aprobada en Massachusetts por esa razón. El contraargumento fue que los radios brindaban información vital, como problemas de tráfico y advertencias de tormentas.

Otro gran argumento para evitar la prohibición de instalar receptores en los carros fue la que dieron organizaciones como la Asociación de Fabricantes de Radio, que señalaron que la radio podría mantener despiertos a los conductores somnolientos.

Y llegan el FM, el casete y el CD

La siguiente gran innovación fue la radio en FM. Hasta ese momento, los receptores de radio para automóviles podían sintonizar estaciones de AM en las ondas corta, media y larga. De esta forma se podían escuchar emisoras locales y de otros países.

Pero fue Alemania, que al ser derrotada en la II Guerra Mundial perdió prácticamente todas sus estaciones de radio, la que impulsó el desarrollo de receptores que pudieran sintonizar emisoras en FM, una tecnología que apenas estaba surgiendo a inicios de la década de 1950.

El resultado fue el diseño de un autorradio que tenía bandas de AM y FM y que fue lanzado en 1952. Su competidor, Becker, también lanzó un modelo al que llamaron México y que presentaba una característica primitiva de búsqueda y escaneo automático.

Pero todos estos primeros equipos se basaban en tubos de vacío que eran frágiles, voluminosos y emitían una enorme cantidad de calor. Eso se resolvió en 1955 cuando Philco se asoció con Chrysler para proporcionar un modelo llamado 914HR, la primera radio para automóvil de transistores.

No era barato. Costaba 150 dólares (1.500 dólares de hoy), pero era mucho más confiable y duradero que cualquier otra cosa que los conductores hubieran visto antes. El problema es que eran demasiado costosos, lo que obligó a Chrysler a regresar a sus radios de tubos.

Y no fue sino hasta que Becker presentó un modelo llamado Monte Carlo, notable por la ausencia total de tubos, que la radio con transistores comenzó a volverse en la norma, lo que, con el tiempo, ayudó a popularizar la radio en general.

De esta forma, los radios integrados en el tablero pronto se volvieron más complejas.

En 1965, algunos modelos de Ford comenzaron a venderse con unidades reproductores de cartuchos de cintas grabadas en 8 pistas. Nuevamente, esta innovación vino de Motorola, inventadas por William Lear, el mismo personaje que había conducido el Studebaker a Atlantic City en 1930.

Tocacintas TM416S de 8 pistas de Motorola

Por su parte Becker, el competidor de Motorola, introdujo un radio FM estéreo con reproductor de cintas en 1969.

En 1964, Philips lanzó los casetes, creando una verdadera revolución en la forma de escuchar música. Ahora era posible tener acceso, en una sola cinta, a grabaciones de diferentes artistas y crear listas de reproducción a la medida de cada usuario.

El reproductor de casetes se convirtió en algo infaltable en los carros a principios de los años 70 y siguieron ofreciéndose como equipo estándar hasta 2010, cuando el Lexus 430 SC se convirtió en el último automóvil nuevo que vino con un reproductor de casetes instalado de fábrica.

A Pioneer se le atribuye el primer reproductor de CD para automóvil, el CDX-1 en 1984. Al mismo tiempo, Becker cerró un trato con Mercedes-Benz para suministrar reproductores de CD para los modelos S-Class.

Y llega el nuevo milenio

En la primera década de este siglo comenzaron a aparecer diferentes opciones de escucha en los autos. Para el año 2000, los reproductores de MP3, con su capacidad para almacenar miles de horas de canciones en un solo dispositivo portátil, revolucionaron la forma en que la gente usaba para escuchar música.

A mediados de esa década empezaron a aparecer múltiples opciones para conectar diferentes aparatos a los sistemas de audio de automóviles, entre ellas la tecnología USB, Bluetooth o entradas para cables auxiliares.

El futuro

Si usted puede darse el lujo de comprar un auto nuevo, se dará cuenta de que cada vez hay más opciones de entretenimiento en el tablero de su carro.

Aparte de la posibilidad de conectarse a sus aplicaciones tradicionales, incluso muchos vehículos traen ahora de fábrica sistemas como el Car Play de Apple o el Android Auto y cada vez más consumidores poseen carros totalmente conectados, con sistemas de entretenimiento en el tablero como Ford Sync o Chrysler UConnect.

Una reciente encuesta a consumidores de radio en los Estados Unidos reveló que tres de cada diez personas poseen ahora un vehículo equipado con esas opciones.

Pero la conclusión más preocupante de ese estudio, llamado TechSurvey, es que, al observar los hábitos de escucha en el automóvil de las personas que los conducen, vemos que la radio se debilita mientras que otras fuentes de audio (plataformas de streaming y podcasts) ganan fuerza.

Conclusión

La radio ha sido la reina dentro del carro desde sus inicios. Siempre ha sido la mejor compañía para los ocupantes de un vehículo. Pero ese reinado se ve cada vez más amenazado con la llegada de las nuevas tecnologías.

Si miramos con atención el tablero de instrumentos de un auto, vemos que al radio se le da menos prioridad y va siendo reemplazado poco a poco por todas las apps que entregan todo tipo de contenidos de audio y video.

A diferencia de los Estados Unidos, Europa y de otros países más avanzados, comprar un vehículo nuevo, equipado con las últimas tecnologías, todavía es un lujo que muy pocos se pueden dar.

De hecho, y aunque parezca increíble, el promedio de edad del parque automotor de Estados Unidos es de 11 años. Eso quiere decir que en Latinoamérica todavía podemos darnos un respiro ante los tiempos que vienen.

Pero no nos vamos a quedar así para siempre. Las tecnologías avanzan y se hacen más baratas cada vez, y no podemos quedarnos con los brazos cruzados, haciendo la misma radio de siempre, esperando a ver qué pasa…

Por algo más de 90 años la radio ha disfrutado de su supremacía en los carros. Y usted, ¿qué está haciendo para que lo siga siendo? ¿Cómo está contrarrestando es tendencia? ¿Qué tanto cuidado les está poniendo a sus contenidos, a su producción, a su conversación, a su programación musical?

NOTA: Este artículo está basado, en parte, en información obtenida del artículo «The car radio turns 90 this year. A history of that thing in your dashboard» de Alan Cross en el portal Global News.

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