Millonarios Forbes 2022 | Los Gilinski: la historia de cómo hicieron su fortuna.
Proveniente de una familia clase media en ascenso, Jaime Gilinski Bacal construyó un imperio bancario a través de fusiones y adquisiciones en América Latina. Empezó su carrera como analista de finanzas corporativas en Nueva York y, a lo largo de las últimas cuatro décadas, forjó una fortuna con inteligencia financiera y un listado de socios estratégicos. Ahora, junto a su hijo Gabriel, han entrado a Sura y Nutresa, en lo que podría ser el negocio más grande del siglo XXI en Colombia.
En la noche del 10 de noviembre del 2021, Gabriel Gilinski recibió la llamada de un periodista. “¿Son ustedes los que están detrás de este negocio?”, se escuchó del otro lado del teléfono. “Sí”, confirmó sin mayores detalles… Quince minutos más tarde, Forbes Colombia dio a conocer al país detalles inéditos sobre los dos hombres que estaban tras una billonaria operación por Nutresa. De esta manera, se iniciaba el conocimiento público de una de las movidas empresariales más importantes de la historia reciente de Colombia.
Para ese momento, habían pasado casi dos horas y media desde que la Superintendencia Financiera había ordenado suspender la negociación de la acción ante la Bolsa de Valores de Colombia (BVC). El mundo empresarial y financiero estaba conmocionado, mientras que en las élites paisas reinaban el silencio y la incertidumbre. La premisa vigente durante más de 40 años de que el Grupo Empresarial Antioqueño (GEA) tenía una estructura accionaria inexpugnable empezaba a mostrar sus fisuras: la audaz apuesta de Jaime y Gabriel Gilinski ponía contra las cuerdas a los accionistas de Nutresa, que por obra y gracias de los cruces accionarios, significaba también un golpe para Argos y Sura, las otras holdings que poseían la mayoría accionaria de los principales conglomerados industriales y financieros del país.
La movida de ajedrez era una autentica jugada maestra. Una joya de inteligencia financiera. Los Gilinski acababan de lanzar una Oferta Pública de Adquisición (OPA) a un precio de US$7,61 por acción. La prima era de casi 40% frente al precio de la acción de Nutresa en el mercado y la TRM para ese jueves de $3.875,38, lo que valoraba a la empresa en $13,6 billones (alrededor de US$3.500 millones).
Pero todo no paró ahí. Ese era apenas el comienzo de una de las movidas más ambiciosas de las últimas dos décadas. Dos semanas y media después, Jaime y Gabriel volvieron a sorprender al mercado doblando su apuesta por Sura y pagando a US$8,01 el título. El objetivo era claro: buscaban hacerse con el 31,68% del conglomerado financiero. Con esta jugada ponían todas las cartas sobre la mesa para una de las partidas de póker más interesantes de la historia empresarial reciente.
Lo que se ideó desde hace al menos 20 meses, en plena pandemia y a puerta cerrada, los terminó convirtiendo en los accionistas individuales más grandes de Sura y Nutresa. Basta con ver que, tras dos OPAs y una que sigue en juego, se hicieron a casi una tercera parte de estas dos compañías, inyectando al mercado poco menos de US$2.470 millones ($9.2 billones) de la mano de un multimillonario socio de Abu Dhabi.
Fiel a su estilo, la familia Gilinski logró concretar el que es, de lejos, el negocio del siglo XXI en Colombia. Encontraron unos activos subvalorados, un socio con una chequera robusta y una fórmula para entrar y poner en jaque a la se creía una indestructible estructura societaria. El ‘timing’ era clave en la movida, y la propuesta de una prima por encima de dos dígitos fue la carnada perfecta para seducir a los minoritarios, quienes hasta ese momento entendieron que su activo se encontraba subvalorado.
La movida sigue sorprendiendo al país, pero es parte del ADN de la dinastía Gilinski detectar las oportunidades que no son evidentes para otros inversionistas. La capacidad de identificar compañías a bajos precios, revalorizar sus negocios y doblar o triplicar patrimonios ha sido la facultad que le ha permitido a Jaime consagrarse como uno de los hombres más poderosos de Colombia. Eso lo ha llevado a ser uno de los más ricos del país y a estar en el club de los 700 magnates más importantes del mundo. Algo que no se dio de la nada si no hubiese construido a largo de los años una amplia red de conexiones y una confianza arrolladora en las más altas esferas empresariales.
Una historia que empezó con los cueros
Jaime es el resultado de un linaje centenario de empresarios que construyeron un emporio en el país, poco a poco y con esfuerzo. La historia de la familia va más allá de lo que hasta ahora se sabe. Quizás arranca meses después del 17 de diciembre de 1926, cuando su abuelo migró a Colombia tras un golpe de estado perpetrado en Lituania.
En un viaje de casi 10.100 kilómetros, el primer Isaac Gilinski, abuelo de Jaime y bisabuelo de Gabriel, viajó a Barranquilla para encontrar nuevas oportunidades de trabajo y fundar Curtiembres Búfalo, una pequeña empresa de cueros de la ciudad. Siete años más tarde nació Issac II, el padre de Jaime, que heredó el nombre de su progenitor y creció como miembro de una familia clase media en ascenso.
Estudió ingeniería química para seguir los pasos de su padre, y al ser el mayor tuvo que aprender de los gajes del negocio familiar, que hasta ese momento empezaban a crecer. Issac, el patriarca de la familia, tuvo un rol clave en la consolidación del sector industrial barranquillero, y fue eje fundamental en la construcción de varias de las grandes empresas insignias de la costa. No obstante, años más tarde viajó a Cali a buscar nuevas oportunidades, cimentando la que por años sería la base de operaciones de la familia Gilinski.
Ya en la capital del Valle, Issac fundó Atila, Rimax, y años más tarde, Productos Yupi, junto a su hermano Lazar. Entraron en el negocio de consumo masivo con una marca que nació en plena era dorada de la industrialización nacional. Para entonces, ya se había casado con Perla Bacal, madre de Rutie, Tenia y Jaime. De hecho, fue precisamente cuatro años después de fundar Rimax, en diciembre de 1957, cuando nació el que sería el único hombre de esta segunda generación.
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Jaime estudió en el Colegio Hebreo, y al graduarse viajó a Estados Unidos en 1974. Con pocas nociones de inglés, entró a estudiar ingeniería industrial en el Instituto de Tecnología de Georgia. Cuatro años más tarde, se graduó entre los primeros de la clase. Eso le permitió entrar a Harvard Bussiness School a los 20 años e incluso graducarse como uno de los estudiantes más jóvenes de la escuela de negocios de Harvard.
Estudió en Harvard entre 1978 y 1980, y al salir consiguió un empleo como analista de fusiones y adquisiciones en Morgan Stanley en Nueva York. De 800 estudiantes que se presentaron en uno de los trabajos soñados en Wall Street, solo cinco lograron entrar, entre ellos Jaime.
El 12 de diciembre de 1980, Steve Jobs tocó la campana de la primera emisión de acciones de Apple, cuatro años después de fundar la empresa. El rotundo éxito en ventas de las primeras computadoras de la multinacional la llevaron a buscar más capital a la bolsa, vendiendo un total de 4,6 millones de acciones a unos US$22 cada una. Como analista, Jaime estuvo detrás de este IPO (Initial Public Offering, en inglés), asesorando en primera línea lo que para entonces era la salida más grande a bolsa desde que Ford Motor Company se volvió pública en 1956.
Pero no solo fue esta escena la que lo llevó a consagrarse como un osado analista bursátil. También acompañó al Estado mexicano a concretar una emisión de bonos por US$500 millones, varios meses antes de que en ese mismo país se declarara una crisis de deuda que se extendió a lo largo de toda Latinoamérica. A esa gran crisis de la deuda se le conoce como la famosa década perdida para toda la región.
Al final se regresó a Colombia a finales de 1981 para trabajar con su papá en Cali. Llegó y encontró una compañía pequeña, que se llamaba Atila de Colombia y producía esponjillas. Tenían solamente el 8% del mercado, y el otro 92% lo tenía una empresa de Bogotá que se llamaba Bombril.
Jaime volvió a Colombia con el objetivo de traer compañías multinacionales al país, así como implementar una serie de medidas para fortalecer las marcas de las empresas de la familia. Así, al frente de los negocios junto a Issac, lograron comprar Bombril siete años más tarde, alcanzando la producción total de esponjillas en Colombia. Incluso, en 1987 adquirieron Inextra en Medellín, que para entonces era la tercera compañía de detergentes en Colombia. Para lograr la transacción, Jaime tuvo que convencer en un ejercicio de negociación que duró casi cuatro años a Procter & Gamble (P&G), marcando el aterrizaje de esta multinacional al país.
Con Procter & Gamble entraron como socios con un ‘joint venture’. Eso, de entrada, es parte de lo que he hecho en su vida: buscar socios.
La familia Gilinski logró convertirse para finales de la década de los 80 en los pocos socios que tenía P&G en el mundo, más allá de los que poseían en Arabia Saudita. Años más tarde la multinacional estadounidense compró su parte, lo que obligó a Jaime a enfocarse en el negocio de consumo popular con la compra de Bombril.
Para ese momento, Jaime ya estaba casado con Raquel Kardonski, una panameña descendiente de una influyente familia en Panamá. Aterrizó en Bogotá con Josh y Gabriel, sus dos primeros hijos, y empezó a buscar oportunidades en la capital. En 1990 toco las puertas de algunos bancos de inversión y se reunió con Inverlink. Le mostraron dos opciones: una era el banco BCCI, que de pronto se podía comprar, y el otro era Editorial Salvat. Se decidió por el banco y no por las enciclopedias.
Su debut en el sistema financiero se dio con la compra del Banco Internacional de Crédito y Comercio (BCCI), una entidad que fue intervenida a nivel mundial en 1991 por los malos manejos administrativos. Issac, el patriarca, tenía desde 1980 la Compañía Financiera Internacional, una cooperativa que les brindó la experiencia necesaria para lograr esta adquisición, que sería la primera en la consolidación de un emporio millonario en América Latina.
El 8 agosto de 1991, Jaime cerró en Londres la compra de las operaciones del BCCI en Colombia y luego lo rebautizó como Banco Andino. Curiosamente, el BCCI quebró en 137 países, pero sobrevivió en Colombia de la mano de la familia Gilinski y un grupo de intrépidos empresarios que le cambiaron la cara al negocio. Guillermo Villaveces, quien fuese el presidente del Banco de Colombia, acompañó a Jaime en el crecimiento de la entidad. Al equipo también llegó Camilo Verástegui, hoy presidente del Banco GNB Sudameris, que empezó a trabajar con Jaime desde principios de la década de los 90.
Gilinski tomó un banco quebrado, reajustó la hoja de ruta, revalorizó el negocio y cumplió: el Banco Andino pasó de tener un patrimonio de menos US$14 millones a más o menos US$35 millones. Se convirtió en la séptima entidad financiera más eficiente del país, y fue sin duda el pasaporte que le permitió a la familia entrar a la subasta del Banco de Colombia.
El Gobierno Nacional subastó el Banco de Colombia, nacionalizado años atrás por la crisis del Grupo Grancolombiano. En 1993, se buscaron potenciales inversionistas, y mientras todos los demás grandes magnates del país, como Luis Carlos Sarmiento Ángulo y Ardila Lülle, estaban concentrados en la naciente concesión de telefonía celular, Jaime demostró que sin plata se pueden lograr grandes acuerdos. El banquero puso a prueba sus habilidades para establecer conexiones alrededor del mundo y visitó inversionistas institucionales en Europa y Estados Unidos para cerrar dicha adquisición.
Fueron en total US$375 millones los que tuvo que pagar, financiado con US$100 millones de un crédito puente que le otorgaron ING, Barclays y National Bank, US$125 millones de inversionistas instituciones con ansias de entrar a Colombia, y US$50 millones que colocó el multimillonario George Soros, a quien conoció por coincidencia en uno de sus viajes de negocios.
El 8 agosto de 1991, Jaime cerró en Londres la compra de las operaciones del BCCI en Colombia y luego lo rebautizó como Banco Andino.
Cuando Jaime estaba con Morgan Greenfield (hoy Deutsche Bank) visitando a todos los inversionistas, terminó abajo de la oficina de George Soros, con el director de América Latina que se llamaba Arminio Fraga, que luego se convirtió en ministro de finanzas de Brasil. Arminio manejaba las inversiones de América Latina y le contó que querían comprar el Banco de Colombia. Le dijo que estaba buscando un socio y le presentó a Soros.
Soros, también de ascendencia judía, prestó la plata a Jaime con la condición de que él mismo le vendiera el 9% del Banco de Colombia, y así fue. Entró con Jaime, y de ahí se forjó una amistad en la que año tras año el magnate viajaba a Nueva York para contarle los pormenores de la inversión.
A lo largo de cuatro años, con un músculo financiero más robusto, una libreta de contactos alrededor mundo y una habilidad neta para revalorizar activos, Jaime convirtió al Banco de Colombia en la segunda entidad más grande del país. Fiel a su estilo, y al ver oportunidades de salida, vendió el Banco Andino y el Banco de Colombia, cuando para entonces inversionistas españoles se estaban tomando el sistema bancario nacional.
En ese momento, a Jaime decidió irse a vivir un año sabático a Londres, junto a su familia, y repensar cómo podría hacer lo mismo que había logrado en los años 80, cuando trajo P&G a Colombia.
Jaime logró salir bien librado de la crisis financiera que tocó a Colombia a finales del siglo pasado, cuando gran parte de los bancos quebraron. Entonces se encontraba en Londres mirando nuevas oportunidades de inversión y analizando opciones de empresas europeas que querían fijar su mirada en América Latina. Fue ahí cuando, operando desde Inglaterra, se convirtió quizás en el magnate colombiano más global de la época.
En una nueva oportunidad por engrosar su billetera, compró el Banco Sudameris al Grupo Intesa Sanpaolo de Italia en 2003. En un viaje a Milán, Jaime convenció al ‘chairman’ del conglomerado bancario para que les vendieran las operaciones en Colombia. El empresario ya conocía bien la entidad, pues a sus 25 años había sido miembro de la junta directiva porque, como expresa, “era un muchacho que tenía interés en finanzas, pero no tenía un banco”.
Sudameris se compró por US$5 millones y, un año más tarde, se hicieron al Banco Tequendama de Perú. En 2005, Jaime ya había construido otro emporio bancario tras la transacción de los cajeros Servibanca. Con estos activos, integró una entidad con una cartera mitad corporativa y mitad consumo, y convirtió esos US$5 millones en más de US$300 millones de patrimonio en tres años. Aunque en su momento llegaron ofertas, la decisión fue seguir creciendo. Hoy el banco tiene un patrimonio de poco más de $3,5 billones de pesos.
Nuevos negocios
Para antes de la crisis financiera del 2008, Jaime ya había logrado un portafolio de empresas, que iban desde los servicios bancarios hasta el consumo masivo y el sector inmobiliario. Mientras hacía negocios en Colombia y América Latina, Gabriel, el segundo de sus cuatro hijos, ya había estudiado ciencia política en la Universidad de Pensilvania. Empezó en firmas de consultoría como Boston Consulting Group y McKinsey & Company, y a mediados de la década de los 2000 se unió a su padre, tal y como lo hizo Jaime con Issac en 1980.
En 2007, la familia Gilinski logró la adjudicación de un ambicioso proyecto de desarrollo en Panamá, donde se asoció con los multimillonarios Ian y Richard Livingstone, del Reino Unido. Estos dos hermanos son dueños de propiedades en todo Londres, incluidas tiendas de alta gama y hoteles y apartamentos de lujo. Su firma, London & Regional, posee más de 45 ubicaciones de Holiday Inn Express en Europa y opera hoteles en Los Ángeles, Las Vegas y Miami.
Los Gilinski y los Livingstone ganaron los derechos para desarrollar un lote de 2.750 acres que antes era una Base de la Fuerza Aérea de Estados Unidos en Panamá. Los US$20 millones iniciales que pusieron los empresarios colombianos valen hoy, a grandes rasgos, más de US$1.500 millones. Durante 40 años, el gobierno les dio la posibilidad de comprar la tierra: lo que es residencial lo venden, y lo que es comercial lo alquilan. Hoy hay más de 320 compañías alquilando espacio y más de 14.000 personas trabajando en la base.
Todos estos negocios, sumados a la compra de la comisionista de bolsa Suma Valores y las negociaciones para adquirir los activos del HSBC en Colombia, Perú, Paraguay y Uruguay, llevaron a Jaime a ser catalogado como ‘la estrella bancaria colombiana’ en 2013. Forbes anunció oficialmente su debut en la lista de multimillonarios ese mismo año, con una fortuna que ascendía a los US$2.400 millones.
De ahí para adelante, con Gabriel a bordo, Jaime aumentó año tras año su patrimonio: entraron al negocio hotelero en 2015 (tras adquirir los hoteles Charleston y Casa Medina en Bogotá y Santa Teresa en Cartagena, con una transacción avaluada por US$100 millones), compraron el Metro Bank en Londres, y finalmente la revista Semana en 2019, uno de los grupos editoriales más importantes de Colombia.
Pero no todo fueron grandes acuerdos. Aunque gran parte de los negocios a los que han entrado duplicaron su valor, aumentando sus ganancias y reduciendo su deuda, el propio Jaime reconoce que la adquisición del Banco Sabadell ha sido quizás uno de sus mayores dolores de cabeza. La familia invirtió US$540 millones, pero la crisis española, el ambiente macroeconómico y el Brexit les jugó una mala pasada. Jaime reconoce que, en la vida y los negocios, todos se equivocan.
La apuesta digital
Comprando a buenos precios, vendiendo en la oportunidad, reinvirtiendo ganancias y asociándose con buenos ‘partners’ alrededor del mundo, Jaime y su familia han doblado su riqueza en menos de una década. Su patrimonio pasó de valorarse en casi US$2.500 millones en 2013 a US$4.300 millones en 2022, lo que lo posiciona en el top 3 de los empresarios más ricos de Colombia, por debajo de Luis Carlos Sarmiento Angulo y David Vélez.
Jaime no ostenta su fama ni su fortuna, sino que le gusta el bajo perfil y concentrarse en consolidar un imperio bancario alrededor de América Latina. A eso se suman sus inversiones en el sector inmobiliario, en medios de comunicación, en hoteles y en industria. Fiel a esa creencia de solo invertir en lo que sabe, apuesta junto a su hijo Benjamín, por entrar en un terreno fértil en el que cada vez hay mayor competencia.
Se trata del nuevo negocio Lulo Bank, el primer neobanco que aterriza en Colombia con una licencia bancaria de la Superintendencia Financiera. El Grupo Gilinski ya ha invertido poco más de US$70 millones para crear una plataforma que permita irrumpir en la industria financiera nacional con innovación, tecnología, servicio y eficiencia.
Al cierre de marzo, cerraron con 10.000 cuentas activas y ya suman más de 300.000 personas en lista de espera. Hace poco salieron oficialmente al mercado, y han otorgado créditos, impulsando aún más la adopción de este tipo de servicios bancarios en el país. Jaime dice que todo apunta para cerrar el 2022 con más de 300.000 clientes en la plataforma, que se podrían convertir en hasta dos millones en un horizonte de tres años.
La idea, por ahora, según conoció Forbes, es volverla una plataforma regional. Inicialmente, entra a operar en Colombia, pero luego se prevé una rápida expansión en Paraguay, Perú, Ecuador y Panamá, donde los Gilinski tienen negocios.
Pero no la tiene nada fácil. En Colombia ya existen múltiples productos fintech que, aunque no tienen la misma licencia de Lulo Bank, sí ofrecen préstamos, créditos y la opción de crear cuentas de ahorro digitales a tan solo un clic. Este es el caso de la fintech Dale! de Grupo Aval, con su tarjeta débito Visa sin cuota de manejo; Rappi Pay de Rappi, con sus tarjetas débito y crédito Visa sin cuota de manejo; así como la argentina Ualá, una plataforma bancaria que pisa fuerte en el país tras su éxito en la región. Y bueno, eso sin pensar en Nubank, que ya se consolida como el neobanco más grande del mundo, fundado por un colombiano y que alcanza una capitalización de mercado que asciende a los US$36.868 millones (al cierre de la edición).
La octava maravilla del mundo
Mientras Benjamín planea cómo acaparar mercado en la batalla de los servicios bancarios digitales en Colombia, Gabriel y Jaime enfocan su mirada en su más reciente negocio: Sura y Nutresa. A pocas semanas de que se termine la tercera OPA por las empresas, el grupo Gilinski ya logró una avanzada importante en las juntas directivas de las multilatinas, impulsando ahora una nueva era para revalorizar estos dos activos. A este respecto no cuentan mayores detalles, pues se trata de un negocio que todavía está avanzando y sigue en la mira de muchos expertos y autoridades financieras.
“Jaime y Gabriel llegarán a hacer ruido a las empresas, a intentar acelerar las inversiones y a mejorar la caja y el valor de estas compañías”, dice Daniel Guardiola, head of Equity Research de BTG Pactual. “Vemos que los Gilinski tendrán una influencia importante en la junta, pero al no tener la mayoría sus acciones, se pueden quedar cortos. En el mediano plazo no vemos cambios radicales en la estrategia, ni tampoco mucho margen de maniobra para realizar lo pensado”.
Los Gilinski han dicho que llegan a estas empresas para proyectar su valor fundamental en bolsa y para llevar a Nutresa a mercados más profundos de negociación. En Sura, por su parte, hay oportunidades en su brazo de inversiones y el bancario. De hecho, abrieron la posibilidad a una eventual fusión entre Bancolombia y Sudameris en el cuadernillo inicial de la OPA.
Juan Carlos Mora, presidente de Bancolombia, explicó a Forbes en el marco de la asamblea anual de accionistas en Medellín que, por ahora, no hay una propuesta real para la eventual integración de las entidades. Sostiene que, en este momento, solo hay un párrafo en un cuadernillo en el que se pone la posibilidad de integración. “¿En qué estamos? Cuando eso se materialice, porque una fusión o integración en el sistema financiero tiene una serie de requisitos, se evaluará como se hace con cualquier opción estratégica, y por ahora es un tema que no se ha concretado”, añade.
Jaime y Gabriel llegan a inyectarle su conocimiento a Nutresa y Sura, a ratificar su confianza en Colombia y a buscar la expansión y consolidación en sus inversiones, que se han valorizado más de 50% desde el 10 de noviembre, cuando lanzó la primera OPA. Compró a 9x Ebitda en Nutresa y un 11x Ebitda en Sura en la oferta inicial, aunque proyectan duplicar su inversión en un horizonte de dos o tres años, ahora que creen que el mercado empezará a valorar mejor los activos tras la crisis ocasionada por la pandemia. La tarea, sin embargo, es ardua, porque liberar el valor atrapado en estas compañías implica, inevitablemente, desenrocar a las compañías del GEA. Ese es el debate que se viene en las juntas de estas firmas.
Aplicando lo que en su momento el multimillonario y filántropo Warren Buffett llamó la octava maravilla del mundo, la familia Gilinski busca seguir ampliando su fortuna con lo que, para ellos, ha sido la clave de su éxito: el interés compuesto. A grandes rasgos, Issac, Jaime y Gabriel aprendieron a acumular activos estratégicos que les permitieron duplicar las inversiones a lo largo de la carrera. Eso significa reinvertir año tras año para que el capital explote exponencialmente. Han sabido entender el concepto de acumulación de intereses, reinversión y tiempo, lo que les ha permitido doblar su riqueza en tiempo récord.
La historia de los Gilinski es sin duda la muestra de empresarios exitosos que empezaron con una mínima solvencia económica, pero lograron tejer una extraordinaria red de contactos que les ayudaron a construir su fortuna a lo largo de los años. Es la tenacidad de tener inteligencia financiera, buenos socios y la plena convicción de ganar aún en las peores circunstancias. No es comprar barato, sino saber comprar. Esa es la filosofía de Jaime, el empresario de 64 años, quien cree que sin plata es como hay que hacer los negocios.
por: FORBE